También los flujos económicos están aprovechando las redes de comunicación electrónica, y es tal el volumen de intercambios, que ningún Estado es capaz de poner límites al mercado mundial y a la libre circulación del dinero y las empresas. A pesar de los intentos de unión, los Estados están demasiado desunidos aún frente a los problemas ecológicos, de orden público, demográficos,... que cada día tienen un carácter más internacional. Cualquier desequilibrio en las antípodas puede desestabilizarnos, aunque también gozamos casi inmediatamente de cualquier avance que se produzca en cualquier lugar del globo.
Una red de información mundial, de la que apenas nadie había oído hablar hace quince años, atrapa en su seno a todas las nuevas fuerzas que aparecen, invita a participar a todos en el tráfago de los intercambios. Y sin embargo, a pesar de la posible diversidad resultante, el mundo está aquejado de un “pensamiento único”, que amenaza en realidad a las minorías divergentes o disidentes.
Si el dinero no tiene fronteras, va a ser muy difícil ponérselas a la mano de obra, que emigra intentando paliar el mal reparto de la riqueza. Esta situación puede ser una oportunidad para el contacto cultural y para el enriquecimiento mutuo, pero también puede tener consecuencias como el choque y la destrucción de culturas minoritarias. |