Con la intervención del hombre en la naturaleza, y concretamente tras la domesticación de especies vegetales silvestres que supuso el inicio de la agricultura, la extensión y desarrollo de las tareas agrícolas originó una nueva dimensión en el empleo del fuego, ya que, entre las labores de preparación de la tierra, previas a la siembra, pronto debió figurar junto a la tala de árboles y el acondicionamiento del terreno la quema de rastrojos y malas hierbas. |