Repúblicas
Las repúblicas fueron escasas en la Europa moderna. La más floreciente fue la República de las Provincias Unidas en el Norte de los Países Bajos. Su independencia fue reconocida en 1648 en la paz de Münster, después de 80 años de lucha contra España.
Los Estados generales de La Haya (parlamento) dirimían los intereses fundamentales de la República neerlandesa y nombraban a los principales cargos: Almirante, gran pensionario (administración), y estatúder (gobernador), éste último vinculado a la familia Orange-Nassau. Un consejo de Estado se ocupaba de asuntos financieros y militares.
Gracias a su comercio marítimo, gozó de gran prosperidad económica y formó un imperio mundial, hasta que fue rebasada por el imperio británico. Sus libertades públicas permitieron un gran florecimiento cultural.
Entre las repúblicas italianas destacó la República de Venecia, poderosa pero decadente ciudad-Estado que dominó el Véneto y numerosos territorios en el Adriático y las Islas Jónicas durante la Edad moderna.
Gobernada por un sistema oligárquico-ciudadano, la estabilidad política de la Serenísima provenía de una clase política conservadora, anclada en las instituciones tradicionales y dominada por una aristocracia (Gran Consejo de Nobles, Senado y Señoría), opuesta a cualquier reforma. Pero también de la riqueza procedente de sus regulares ingresos comerciales y de su política de neutralidad internacional. |