OCÉANO ATLÁNTICO OCÉANO ÍNDICO MAR MEDITERRÁNEO PREHISTORIA ANTIGUA 1. Técnicas de navegación 2. Fenicios 3. Fenómeno colonial 4. Roma MEDIEVAL 1. Guerreros 1.1 Árabes 2. Piratas 3. Peregrinos 4. Mercaderes 4.1 Libertad de comercio 5. Señores MODERNA CONTEMPORÁNEA OCÉANO PACÍFICO

ANTIGUA 2.  Fenicios El entorno medioambiental, con disponibilidad de abundante madera a su alcance por la proximidad de los cedros del Líbano, había propiciado desde antiguo una floreciente actividad destinada a la construcción de naves, en las que durante un período denominado como precolonización, los fenicios habrían surcado el Mediterráneo con fines estrictamente comerciales. Con posterioridad, causas de carácter interno - quizás la presión ejercida por la expansión asiria - debieron inducir a parte de la población al abandono de sus territorios de origen en la franja costera oriental del Mediterráneo, embarcándose en una aventura colonial, cuyas huellas se perciben ya en el siglo IX a.C. en las islas de Chipre y Malta. Otras naves seguirían rumbos más lejanos, el norte de África, la península Ibérica, Cerdeña... Entre los enclaves del Mediterráneo Occidental, Cartago tendría, sin duda, la mayor repercusión histórica al convertirse con el tiempo en foco generador de nuevas exploraciones y colonias por su arraigada tradición marítima. Acerca de su fundación, y a pesar de que algunos autores tardíos atribuyen a Gadir un origen anterior al inicio del I milenio a.C., las fuentes arqueológicas revelan una cronología en torno al final del siglo IX a.C., corroborando la fecha del 814/813 que las fuentes literarias antiguas señalaban. Como reflejo de aquel proceso, y especialmente de la conciencia histórica de Cartago en el contexto mediterráneo, surgiría el mito de Elisa/Dido, - la hija de Belo, rey de Tiro, y hermana de Pigmalión- quien tras un pacto con los indígenas se habría convertido en soberana de Cartago, según el relato de escritores griegos y latinos. El desarrollo de Cartago, basado fundamentalmente en su orientación marinera, conllevaría después el dominio de la navegación por el Mediterráneo Occidental y, en consecuencia, el control de buena parte de sus costas, propiciando una órbita de influencia sobre territorios del interior de Sicilia -siempre en rivalidad con los colonizadores griegos- y de la península Ibérica.