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ANTIGUA |
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3. Fenómeno colonial |
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Precedidos por los micénicos, quienes ya en el II milenio a.C. habían iniciado con fines comerciales la navegación hacia el Mediterráneo occidental, y por los fenicios, cuya actividad también originariamente comercial se convirtió después en colonial, griegos de distintas poleis protagonizaron entre los siglos VIII y VI a.C. el proceso de colonización más intenso en el Mediterráneo.
La contemplación de un mapa con la localización de las colonias griegas refleja a primera vista su emplazamiento costero y una orientación marítima que, en común con las fundaciones de origen fenicio, se opone a cualquier interpretación del fenómeno como una política de conquista de territorios, tendente a la sumisión de otros pueblos, a pesar de que el aumento de población y la falta de tierras en algunas poleis se barajen como posibles causas del inicio de la colonización.
Desde la fundaciones más antiguas en la costa tirrena, Pitecusa en Ischia y Cumas, después en el Sur de la península Itálica junto al Jónico, en Sicilia, en la zona oriental de la costa norteafricana, en el Golfo de León, en la Península Ibérica o en el Adriático, la tónica general fue el asentamiento en enclaves no habitados y una amistosa y fructífera relación con los indígenas de territorios vecinos del interior. De estos contactos no sólo se desprendería una intensa actividad comercial sino también, con el tiempo, estrechos intercambios culturales de gran repercusión.
Pues si para las poblaciones indígenas la aportación de los colonizadores griegos fue decisiva, el estrecho vínculo mantenido entre las colonias y sus respectivas metropolis generó no sólo un gran auge de la actividad mercantil, sino también la emergencia pujante de sectores relacionados con las actividades portuarias, navieras y artesanales. Su incidencia económica en la sociedad y en contraste la carencia de derechos de ciudadanía demandaría más tarde cambios políticos en las más antiguas poleis de Grecia.
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