Si bien se trata de una actividad que puede tener múltiples soluciones, se brinda un ejemplo de resolución
que puede servir de guía sobre qué producto puede esperar el docente que elaboren sus alumnos.
El león y el perrito
León Tolstoi
En un jardín zoológico de Londres se mostraban las fieras al público a cambio de dinero o de perros y gatos
que servían para alimentarlas.
Un hombre que deseaba verlas y que no tenía dinero para pagar la entrada, atrapó al primer perrito callejero
que encontró y lo llevó a la Casa de Fieras. Le dejaron pasar e inmediatamente echaron al perro a la jaula del león para que
este se lo comiera.
El perrito, asustado, se hizo un ovillo en un rincón de la jaula y el león se acercó para olfatearlo. Entonces
el perro se puso patas arriba y empezó a menear la cola.
El león lo tocó ligeramente con la garra y el perrito se levantó, se sentó sobre sus patas traseras y lo
miró.
El león lo examinó, moviendo su enorme cabeza, y se alejó de él sin hacerle el menor daño.
Al ver que el león no se comía al perrito, el guardián de la jaula le echó un pedazo de carne. El león
apartó un trozo y se lo dio al perro.
Al llegar la noche, el león se echó en el suelo para dormir y el perro se acomodó a su lado, colocando
su cabeza sobre la pata de la fiera.
A partir de entonces, los dos animales vivieron en la misma jaula. El león no le hacía ningún daño al perrito,
dormía a su lado y, a veces, incluso jugaba con él.
Cierto día, un señor visitó la Casa de Fieras y reconoció al perrito, que se le había extraviado. Fue a
pedirle al director que se lo devolvieran, pues ese animal era de su propiedad. Pero cuando trataron de sacarlo de la jaula
para dárselo, el león se enfureció y no hubo forma de conseguirlo.
Así, el león y el perrito vivieron en la misma jaula durante un año entero.
Al cabo del año, el perro enfermó y murió.
El león no quiso comer, se puso triste y olfateaba al perrito, lo lamía y lo acariciaba con la pata.
Al comprender que su amigo había muerto, se enfureció, empezó a rugir y a mover la cola con rabia, tirándose
contra los barrotes de la jaula, como si quisiera destrozarla.
Así se pasó todo el día. Luego se echó al lado del perrito y permaneció herido y quieto, sin permitir que
nadie se llevara de la jaula el cuerpo sin vida de su amigo.
El guardián creyó que el león olvidaría al perrito si le metía a otro en la jaula, y así lo hizo, pero,
ante su asombro, vio como el león lo mataba en el acto y lo devoraba.
Luego, se echó nuevamente, abrazando al perrito muerto, y permaneció así durante cinco días.
Al sexto día, el león también murió.