A comienzos de los años treinta, las relaciones internacionales entran en un nuevo periodo de inestabilidad e inseguridad. La crisis económica y la presión de las dictaduras fascistas alimentaron esa tensión.
El crack de la bolsa de Nueva York en octubre de 1929, llevó a la crisis financiera de EE UU y al fenómeno más amplio de la Gran Depresión. A su vez -dada la dependencia económica del capitalismo internacional de la situación estadounidense- la crisis se extendió por el mundo y abarcó todos los ámbitos: económico, social, político y cultural.
La crisis afectó de forma desigual:
- Estados Unidos, Francia y Reino Unido podían afrontarla en condiciones relativamente favorables. Tenían el 80% mundial de oro, abundantes reservas de divisas, y los dos últimos, colonias donde exportar su producción.
- Alemania, Italia y Japón, por el contrario, estaban desprovistas de oro, paralizadas por la restricción de créditos extranjeros y tenían que recurrir a la autarquía. En tiempo de crisis, la opción fascista se presentará para ellos como una solución. La autarquía supondrá un agresivo nacionalismo económico y les empujará a la conquista territorial.
Este expansionismo llevó a una auténtica escalada y acabó por debilitar a la Sociedad de Naciones, que demostró su inoperancia. Los hitos de esa escalada que culmina en el estallido de la II Guerra Mundial son los siguientes: |