Italia fue uno de los países vencedores en la I Guerra mundial. Pero muchos italianos hablaron de una “victoria mutilada” al no obtener las compensaciones territoriales que esperaban de su participación en la guerra.
Como en otros países, la posguerra estuvo acompañada de enfrentamientos y conflictos revolucionarios, como la ocupación de fábricas. Las clases medias temieron una revolución comunista. En estas condiciones, un antiguo socialista y combatiente, Benito Mussolini, fundó un grupo antiliberal y ultranacionalista en 1919, los fascios de combate. Sus militantes vestían como uniforme la camisa negra, hacían el saludo romano y practicaban una violencia selectiva contra los grupos socialistas y comunistas. El movimiento creció con rapidez.
A comienzos de los años veinte su representación en el Parlamento era escasa. El movimiento fascista supo ganarse a los sectores descontentos de las clases medias y el apoyo de las fuerzas conservadoras. En esas condiciones, en octubre de 1922 organizó una demostración de fuerza: la marcha sobre Roma. “Camisas negras” de todo el país confluirían sobre la capital.
El gobierno liberal habría podido disolverlos con facilidad. Pero el rey Víctor Manuel III cedió y nombró a Mussolini nuevo jefe de gobierno.
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