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Ámbar |
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Los recursos y la explotación del ámbar se circunscribían a las costas del Báltico y la península de Jutlandia, convirtiéndose, como objeto preciado desde muy antiguo, en protagonista de un intercambio a larga distancia.
Dada su procedencia de origen, los hallazgos de ámbar en territorios tan distantes como el contexto geográfico del mundo micénico o las Islas Británicas reflejan desde la segunda mitad del II milenio a.C. una exportación en dos direcciones, si bien ambos extremos se hallaban conectados por la demanda y el intercambio de cobre.
Sin embargo, al menos con Micenas, el comercio del ámbar responde a una red de conexión de varios puntos, ya que su traslado desde el norte implicaba la intermediación de los habitantes de Europa central y los Balcanes, quienes debieron valerse de canoas para remontar los cursos fluviales.
No obstante, el valor del ámbar en la Antigüedad no se circunscribió únicamente al contexto histórico del mundo micénico. Su punto álgido lo alcanzaría durante el Imperio Romano, cuyo comercio exterior contemplaba las rutas del norte desde los puertos de la Galia para acceder a la costa báltica. A cambio del ámbar, los romanos exportaban vino, aceite y manufacturas.
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