En un contexto de crisis económica en Europa y en España, desde 1865 se sucedieron diversos actos de rebeldía contra la reina. Destacó por su novedad la manifestación de los estudiantes, reprimida violentamente en lo que se conoció como la noche de San Daniel. Tampoco tuvo éxito el pronunciamiento de Prim en enero de 1866, ni la sublevación de los sargentos del cuartel de San Gil, en junio, que fue apoyada por las clases populares del sur de Madrid.
Ese mismo verano se reunieron en Ostende (Bélgica) más de 50 representantes de todos los sectores de la oposición, y se pusieron de acuerdo en derrocar a Isabel II.
La represión contra los revolucionarios se recrudeció, pero O’ Donnell fue destituido y decidió emigrar a Francia, donde murió en noviembre de 1867. Todo su partido se sumó a los revolucionarios. Le había sucedido en el gobierno Narváez, pero también murió en abril de 1868, con lo que la reina perdía su último gran “espadón”.
La revolución de septiembre o Gloriosa tuvo su inicio entre los días 16 y 18, cuando en la ciudad de Cádiz, el almirante Topete se pronuncia al frente de su escuadra. Topete, Serrano y Prim apoyaron el manifiesto de la España con honra, donde se exponen los motivos y los fines del movimiento revolucionario: la recuperación de la soberanía nacional, la creación de un gobierno provisional, y el sufragio universal. El ambiente generalizado de revolución (Juntas) y la victoria de los rebeldes en Alcolea obligan a Isabel II a abandonar el país.
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