Con la oposición de muchos sectores sociales y políticos, y con querellas personales en el interior de los progresistas (fragmentados en constitucionales y radicales), en mayo de 1872, después de varias crisis del gobierno, cayó el gobierno Sagasta y subió al poder Serrano.
La oposición rebasaba el juego parlamentario y promovía las sublevaciones sangrientas y las conspiraciones de carácter republicano o borbónico. Un sector del proletariado se organizó creando la sección española de la Primera Internacional. La insurrección en Cuba y la guerra carlista desgastaban la hacienda pública impidiendo cualquier progreso del programa democrático.
Serrano (constitucional) planteó al monarca la disolución de las Cortes. La negativa del rey provocó la llegada al gobierno de Ruiz Zorrilla (radical), lo que agudizó la división entre los progresistas.
Desde finales de 1872, España vivía un momento de gran confusión política. El rey, que sufrió un atentado, había perdido todos los apoyos políticos. Con el pretexto de la rebeldía de los jefes y oficiales de artillería, abdicó el día 10 de febrero de 1873. La renuncia fue aceptada, y Pi y Margall defendió, entonces, la solución republicana. Horas después y tras un apasionado debate, las Cortes proclamaron la República. |