De vuelta a casa, tuvo que dirigirse a Barcelona, donde se encontraban los reyes, para ser recibido por ellos. Pronto recibió los medios necesarios para emprender su segundo viaje, una expedición de mucha más envergadura, pues iban diecisiete barcos y mil doscientas personas. Llevaban con ellos lo necesario para una instalación definitiva: semillas y aperos de labranza, aunque pronto descubrirían que el lugar al que habían llegado no era apropiado para el tipo de cultivos y alimentos a los que ellos estaban acostumbrados.
El asentamiento no fue un éxito no solo por esas circunstancias, sino por las malas dotes de gobernante de Cristóbal Colón.
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