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Arma destructiva |
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El fuego, como los otros elementos de la naturaleza, puede ser benefactor y destructor. Sus efectos destructivos le hacen ser uno de los elementos más temibles. La situación precaria del hombre medieval le hacía especialmente vulnerable a los incendios. Las casas de madera y las calles estrechas eran un problema, pues un pequeño fuego iniciado en una casa, podía extenderse con rapidez y destruir un barrio entero. Algunas ciudades fueron destruidas por completo. Un buen ejemplo es la ciudad francesa de Toulouse, que padeció varios incendios en el siglo XV y nada subsistió, por ello no han quedado vestigios de los edificios anteriores al siglo XV.
Bien conocían el poder del fuego los pueblos invasores de los siglos medievales. Lanzando teas ardientes podían iniciar un incendio terrible y devastador. Todos los invasores medievales utilizaron el fuego en sus asaltos y saqueos. O algunos lo utilizaban para defenderse de la invasión, como hacían los bizantinos, al usar como arma defensiva el fuego griego, un compuesto conocido solo en este imperio y que se utilizaba en el mar para atacar a los barcos enemigos, que no podían atravesar las columnas de fuego que provocaba.
Siglos después un invento chino tendría gran capacidad destructiva: la pólvora, productora de fuego que vomitaban las armas que lo utilizaban, se convirtió en un producto incendiario apetecido por la nobleza belicosa o los señores de la guerra, y así alcanzó una gran expansión.
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