A finales del siglo XIX, el liberalismo había triunfado en toda Europa Occidental y la cuestión dinástica dejó de preocupar a la sociedad española.
El carlismo, circunscrito al País Vasco y Navarra, perdió todavía más partidarios con la aparición del nacionalismo vasco.
La defensa de la monarquía tradicional y el integrismo católico la mantuvo el Partido Católico Nacional Integrista, de Ramón Nocedal. El integrismo sostenía que el liberalismo era pecado y que el Estado debe estar sometido a los dictámenes de la Iglesia. |