El anarquismo estuvo ausente de las formaciones políticas de la última década del siglo XIX, tanto por sus propios principios como por la propaganda oficial que los identificaba con terroristas.
Dentro del movimiento existían dos corrientes. Por un lado una corriente sindical o colectivista, muy reivindicativa. En 1881 se fundó en Barcelona la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), que llegó a tener más de 60.000 miembros.
Por otro lado existía un sector anarco-comunista, utópico y radical, propenso a los actos violentos. Tenía una mayor implantación en las zonas pobres y montañosas de Andalucía. Sufrieron atentados los locales del Fomento de Trabajo en 1891, Martínez Campos y el Liceo de Barcelona, ambos en 1893, o Cánovas, que fue asesinado en 1897.
Las autoridades aprovecharon la represión de estos actos para desmantelar todo el movimiento obrero anarquista, la FTRE y sus órganos de difusión, como sucedió en Jerez de la Frontera en 1892, donde media docena de asesinatos, presuntamente cometidos por la llamada Mano Negra, provocaron el encarcelamiento de más de 5.000 jornaleros.
La alarma social que crearon los atentados se tradujo, en 1894, en la aprobación de la primera ley antiterrorista que perseguía los atentados y las asociaciones que amparaban esos delitos (1894). |