La Primera Guerra Carlista estalló en 1833. El infante Carlos María Isidro de Borbón, hermano de Fernando VII, contó con los partidarios del absolutismo y los interesados en mantener un sistema de propiedad feudal muy ligado a las propiedades eclesiásticas y a los mayorazgos nobiliarios.
La guerra se desarrolló en las zonas rurales de las provincias vascongadas, Navarra, Cataluña, Aragón, Castilla y Valencia, donde los carlistas tuvieron más respaldo social.
Zumalacárregui, el general carlista más capaz, llegó a controlar casi toda Vizcaya y Guipúzcoa, pero murió en el sitio de Bilbao (1835) a consecuencia de una herida.
Los carlistas consiguieron extender el conflicto a otras zonas de la Península durante 1836 y 1837, llegando el pretendiente a las puertas de Madrid. Pero las dificultades militares y económicas, así como la disidencia interna, fueron cada vez mayores entre los carlistas y el 31 de agosto de 1839 se firmó el acuerdo de paz en Vergara, por el que la mayoría de los carlistas renunciaban a la lucha (excepto Cabrera en Valencia y Cataluña que resistió hasta 1840).
El Convenio de Vergara fue firmado por el capitán general de los ejércitos cristinos, Baldomero Espartero, y por el teniente general de los ejércitos carlistas, Rafael Maroto. La ratificación del tratado se expresó con un acto de reconciliación: Espartero abrazó a Maroto y ordenó a sus tropas que se adelantasen para abrazar a los carlistas. Por ello, el tratado también es conocido por el nombre de El Abrazo de Vergara. Los jefes y oficiales carlistas pudieron incorporarse al ejército liberal con su misma graduación. |