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Productos exóticos y refinados |
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En el mundo de los intercambios, los productos de lujo consumidos por los más ricos jugaron un papel de primer orden. Muchos hombres de negocios mostraron mayor interés en conseguir unos grandes márgenes en un número limitado de ventas, que pocos márgenes en un número grande de ventas. Los productos que les permitían márgenes mayores eran los productos exóticos y refinados que traían de lugares alejados como China o la India de donde se traían el tipo de productos que solo los reyes, nobles, abades o altos personajes podían pagar: sedas, brocados, pieles o porcelanas.
A veces no necesitaban ir tan lejos. Bastaba con llegar a la ciudad de paso entre Europa y Asia, a Constantinopla, pues allí había un rico mercado de productos exquisitos: coronas de reyes, anillos de obispos, misales preciosos, cálices de oro y piedras preciosas. Los mercaderes mercaban en Constantinopla, y desde allí viajaban a las cortes de los reyes de Occidente, a los monasterios y obispados, o a los castillos de los nobles, todos ellos únicos destinatarios de los productos que estos mercaderes ofrecían.
Los beneficios eran, sin duda, fabulosos. Mercaderes italianos de Génova, Venecia, Pisa o Florencia eran los principales beneficiarios de las riquezas proporcionadas por esos intercambios. Aunque los costos y los riesgos eran elevados, se calcula que si un mercader pagaba por seis barcos y perdía cinco, aún conseguía beneficios con la venta del sexto.
Parte de los productos que podrían considerarse exóticos por traerse de lugares alejados de Asia, podían venderse al pueblo común. Eran las especias. Apetecidas en la cocina medieval, y necesarias algunas para la conservación de alimentos, el comercio de las especias fue especialmente importante en el cuadro de intercambios de la Edad Media.
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