Las especias fueron producto de intercambios, hasta tal punto que no solo habría que considerar su comercio, sino el uso que tenían como medio de cambio. Al no haber una moneda que pudiera utilizarse internacionalmente, las especias podían utilizarse para pagar multas o préstamos, para comprar tierra o pagar impuestos. Su precio era tan elevado que con una libra de jengibre se podía comprar una oveja, con una libra de macis, la estimada corteza olorosa, de color rojo o rosado, que cubre la nuez moscada, se podían comprar tres ovejas o media vaca.
Poseer especias era símbolo de “status”. Quienes podían pagarlas eran, sin duda, los más ricos, y no era infrecuente que en un banquete, el anfitrión presentara a sus invitados un plato con varias especias, para demostrar la riqueza que tenía a su disposición.
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