Durante el primer tercio del siglo XX los diferentes gobiernos tuvieron que afrontar los problemas existentes en España, cuyo origen se remontaba en muchos casos a los inicios del sistema liberal.
En las décadas finales del siglo XIX surgieron con fuerza los nacionalismos en territorios que tenían peculiaridades culturales: Cataluña y País Vasco, sobre todo. Estos nacionalismos periféricos manifestaron la necesidad de disponer de órganos de gobierno autónomos y preservar sus señas de identidad lingüísticas y culturales.
La cuestión religiosa derivó del excesivo peso de la religión y de la Iglesia católica en la sociedad y en la política españolas. La Constitución de 1876 -aunque reconocía la libertad de culto- definía un Estado confesional católico, circunstancia discutida por la izquierda en general.
Los problemas sociales, referidos a las condiciones de vida de los obreros y los campesinos, tenían raíces muy hondas y se agudizaron en estos años con el desigual crecimiento económico del país. Sus protestas fueron canalizadas a través del anarquismo y del socialismo.
Finalmente, la guerra de Marruecos se convirtió en una sangría de hombres y dinero para España. Provocó inquietud en el ejército y malestar e impopularidad en la sociedad española. |